miércoles, 14 de octubre de 2009

Señor de los varios nombres (ampliando)



No se llama Evaristo, pero así le decimos, cada vez que hablamos de él. Una mañana nos dimos cuenta que le quedaba bien ese nombre.

No se llama, tampoco (¿o sí?) Héctor, pero ese nombre dijo, al hablar por teléfono esa misma mañana, un poco más tarde. Agregó, misteriosamente, que en ese momento estaba de viaje. Por lo que sabíamos, y seguimos sabiendo, su casa está acá, en Tarija, en donde también se halla el bar en que desayunábamos ese sábado, esperando la visita de un hombre de bigotes que nunca llegó.

El viernes por la noche, se había presentado como Fabián. Así siguió, ante nosotros. ¿Será ese su verdadero nombre? Como saberlo.

Por lo pronto, sí sabemos otras cosas: con la promesa de reunirnos con otra persona que tampoco llegó jamás, nos hizo conocer Lujos, un bar karaoke que debe estar no sólo entre los lugares más decadentes de Tarija, sino rankeando cómodo en una competencia sudamericana; cantó, en ese bar, apasionado y feliz, Señora de las cuatro décadas, mientras bebía, de a sorbos, una coca-cola en vaso; apareció en la mañana del sábado, luego de una trasnochada (lamentablemente) conjunta, fresco y sonriente, vestido con traje y corbata, acompañado por gafas oscuras y un andar de empresario exitoso, de polémica compatibilidad con el apenas más que metro sesenta, calvicie adentrándose, boca amplia, nariz prominente. A paso de ganador, quién sabe de qué, se apareció por la Víctor Paz, soleada y calurosa, para llevarnos a una reunión con su tío, el senador, que estaba organizando talleres.

Quizá no hace falta aclarar: la reunión jamás se hizo.

Lo habíamos conocido la noche anterior, el primer día que tocamos, a la gorra, en La Candela. Lo vimos primero abajo, compartiendo un trago con una pareja holandesa, y nos llamó la atención por el acento argentino. Luego, arriba, se acercó a la mesa en la que estábamos, para conversar.

Nos contó primero de las maravillas del coach surfing. Es, según dice, más que un usuario: organiza reuniones con todos los participantes de la página que viven en Tarija. Se hace amigos a través de la página de internet. Y recomienda fervientemente su uso, por uno y varios motivos, a quien se cruza en su camino.

Al ratito, nomás, estaba ya haciendo que nos enteremos que, aún siendo argentino, cordobés para más datos (¿lo será?) en Bolivia estaba muy bien ubicado, trabajando para una empresa norteamericana, y con un tío senador. Ni bien escuchó de los talleres, tal vez tratando de materializar su declaración de hombre influyente, nos contó que había una posibilidad de que nos contraten para hacer uno a través de su pariente. Pero que para eso teníamos que trasladarnos de bar: su amiga, la que manejaba la cuestión, no iba jamás a La Candela. Habló (¿simuló?) un llamado por teléfono, y quedó que nos encontrábamos, en media hora, en otro boliche.

Lujos. Bar-karaoke.

La entrada ya era de interés dudoso. Pero el interior... pantallas gigantes para el karaoke, sillones como si fuera un cabaret, hombres bigotones con sus amantes, grupos de amigas solteronas que iban a cantar a sus amores imposibles, una lista de temas ofrecidos en la que no faltaban, claro, ni el Gitano ni Palito Ortega. Y además, Evaristo, Lechu y yo.

¿La amiga de Evaristo? Ya viene, ya viene.

Nos invitó a un fernet, mientras el tomaba coca-cola. Nos propuso elegir un tema para cantar. Y nosotros, bastante ebrios ya, seleccionamos Burbujas de amor, con el plan de cantarlo en portugués, en versión traducida a dúo con el JC. Él pidió Señora de las cuatro décadas, y desde ese momento empezó a prepararse para la presentación.

Tardó en llegar el momento. No creo que una hora, que tanto era demasiado, pero en el medio nos comimos unos cuantos garrones musicales. Feíto, che.

Y cuando llegó el turno de nuestro colega (ausente seguía la amiga, ausente siguió) nuestra mesa estalló a pura arenga. El Lechu lo filmaba y se reía, se reía y filmaba. Y a mí me daba miedo de que Evaristo se ponga mal, pero no.

Luego, como no vino nuestro tema, nos fuimos. Y ahí nos propuso la seguidilla de la mañana.

Era a las 10.30 en una esquina. Llegó a las 11. Nos íbamos a reunir con el senador para presentarle los talleres. No nos dio ni bola, y el colega sugirió ir a un bar para esperar a otro integrante del equipo del senador, que ése sí era la posta. Nos invitó a un licuado (en eso sí que se ponía una pila, al menos) en un bar pituco, y esperamos la llegada del hombre del bigote. Para entonces, yo ya no tenía ninguna expectativa.

Además, Evaristo se había despachado, en la caminata, con una serie de discursos tremendos, entre los cuales nos había contado que, aunque él no estaba en política, no iba a desaprovechar la posibilidad de hacer negocios. Entre eso, otras declaraciones que daban ganas de tirarlo abajo de una trufi (así llaman acá a las combis, que no te frenan ni con los semáforos) y chamuyos varios, me tenía bastante cansado, por usar una palabra que embelleció Girondo. Y creo que estuve cuarenta minutos totalmente en silencio, excepto para elegir el sabor del licuado y decir que no al ofrecimiento del segundo.

Cuando nos despedimos, todavía nos invitaba a su casa, a la tarde, a una reunión de Coach Surfing (no se si se escribe así, ahora que lo pienso) para comer unas hamburguesas. Le propusimos llamarlo, en todo caso, más tarde. Y nos fuimos, esperando que, tenga el nombre que tenga, no se nos cruce más por el camino.


Agregado Lechusístico.
Esto no terminó aquí.
Me metí en la pág de couch surfing y encontré lo siguiente.


Vieron...
Tenía más nombre aún...

5 comentarios:

  1. Y... La identidad no es un tema facil para nadie. Evaristo -para seguir con Girondo- también es un cocktail.
    Chicos: soñé que nos encontrábamos en algún lugar que no era Buenos Aires y era muy lindo todo. Me gustan mucho los relatos y me rio con las fotos. Ah, gracias por el homenaje. Abrazote-

    ResponderEliminar
  2. No pensé que era posible ni una persona como Evaristo ni relatar tan completamente lo que nos ocurrió con él. Es muy bizarro.

    ResponderEliminar
  3. vieron cuando uno le habla a la chica de la pelicula de terror que no se quede sola en la casa, que no abra esa puerta, que no atienda el telefono...y la chica, claro, no nos escucha? eso me paso leyendo sobre la seguidilla de encuentros. me ponia nerviosa, estaba bien saber hasta donde podria haber llegado, pero todo tiene un limite. besos!! marce

    ResponderEliminar
  4. Y aún andamos esperando no cruzarlo por ahí. Por suerte, y según contó, estos días partía de viaje por dos meses a la India.

    ¿Será?

    Ju: ahí estamos, juntos, viste? Podemos andar longe, pero siempre encontramos un lugar para un mate, un abrazo y una chacarera.

    Todo muy lindo, todo muy lindo.

    Gracias, abrazos

    ResponderEliminar
  5. Juli!!!
    Nos vemos por ahí... en ese lugar lindo. Qué ganas!

    Marce: no sabés lo que es vivirlo en carne propia...

    ResponderEliminar